10. Los temidos números
- Andrea Flores B.
- 29 mar 2023
- 3 Min. de lectura
Les había contado ya de mi profesora de primer grado, a quien recuerdo con tanto cariño, ella tenía una habilidad natural hacia las letras- lo que hizo que yo ame leer y escribir. Pero tengo claro, que no le gustaban las matemáticas, porque de alguna manera me transmitió mucho temor ante cualquier cosa que sonara relativamente cercana a los números.
Lo que no les había contado es que el modelo de escuela en la que estaba, permitía que podamos continuar en los siguientes grados con la misma profesora. Yo continué algunos años con mi profesora de primer grado y es por eso, que puedo asegurar que mis sentimientos hacia las matemáticas, tienen su raíz en el poco gusto con el que ella las enseñaba.
Durante mis prácticas profesionales tuve la oportunidad de ver y enseñar en varias clases, observar a diferentes profesores y así ir recolectando las mejores prácticas en las diferentes materias. Al estar en una escuela muy pequeña, tuve que cubrir y sustituir en muchas clases, una vez, hasta en 8vo con chicos que entraban a la adolescencia y nada más y nada menos, que en la clase de matemáticas.
Debo confesar que se me hizo un nudo en el estómago cuando recibí este pedido, era para reemplazar al profesor de matemáticas por ¡una semana! Palidecí y enseguida me puse a revisar y refrescar temas como factoreo, ecuaciones, fracciones y demás.
Los chicos tenían un proyecto que iba a durar la semana entera, por lo que no tenía mucho que “enseñar”, pero me di cuenta que muchos de ellos no entendían ni las operaciones más básicas, así que decidí trabajar con ellos en algo aparte y mi sorpresa fue grande… Me encantó enseñarles matemáticas, de la manera que me hubiera gustado aprenderlas.
Desde ahí, los temidos números fueron ganando mi cariño y con mis alumnos preescolares hacía un esfuerzo grande para que sientan que las matemáticas no son de temer. Aunque siempre me inclino hacia las letras, entendí que mis alumnos se merecen explorar y jugar de una manera muy armoniosa con las letras y los números también.
Digo los “números”, pero me refiero a todo lo que significan las matemáticas, patrones, figuras, colores, números, relaciones, medida, etc. Entonces, cuando combiné estas tres cosas: mi pasión por las palabras, el juego y las matemáticas, encontré una fórmula perfecta para que los temidos números se vuelvan los mejores amigos de mis alumnos.

Las horas de matemáticas eran muy divertidas para mí, trataba de encontrar un cuento, una canción o un poema, para tener algo para conectar a los conceptos; buscaba darles muchas oportunidades de explorar los materiales, compartir lo que habían descubierto y a través de juegos en parejas o grupos, utilizar esos conceptos.
La clave era darles un objetivo y que ellos busquen las respuestas o la manera de alcanzarlos, guiándoles y haciendo siempre las preguntas correctas. Recordarán en otra entrada que les compartí unos ejemplos de preguntas de metacognición, esas preguntas pueden ser fácilmente adaptadas durante estos momentos de exploración y juego.
Los “talleres de matemáticas”, como se llamaba esa hora, incluía muchos materiales manipulativos, ya sean piedras, fichas, bloques, semillas, hojas, juguetes, pizarras, masa, etc. y según el concepto que se quiera reforzar, se diseñaban pequeños juegos de exploración y descubrimiento, así como de aplicación de contenidos. Lo más especial de esa hora era la bulla, la alegría, el movimiento y las conversaciones que mantenían entre ellos y las que yo mantenía con ellos.
Y así, no sólo les perdíamos el miedo a estos temidos números, también aprendíamos a socializar, tomar turnos, seguir reglas en los juegos y lo más importante, aprendíamos a pensar. ¡Qué importante es aprender a pensar!
Trataba en lo menos posible de darles respuestas, trataba siempre de responder sus preguntas con otras preguntas, de intentar resolver sus dudas junto a ellos, de reflexionar y ayudarles a hacer conexiones con cosas que ya conocían.
Aprendí que los temidos números simplemente eran incomprendidos números; aprendí junto a mis alumnos que las matemáticas son maravillosas, divertidas y hasta mágicas.
Las matemáticas están en todo lo que nos rodea y nos sirve para resolver muchas situaciones de la vida real, como a la hora del snack, la clase de cocina, la fiesta de cumpleaños, los juegos en el patio...
Y tú ¿Qué piensas cuando oyes matemáticas?
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